Un viaje hacia la muerte: Elegías del Duino de Rainer María Rilke.
Según la RAE, una elegía es una "composición lírica en que se lamenta la muerte de una persona o cualquier otro acontecimiento infortunado". En este caso, estamos frente a 10 poemas con los que el autor pretende sumarse al arte de convertir el mundo terrenal en algo trascendente. Esa búsqueda por lo incomprensible (como la muerte) es posible para Rainer Maria Rilke a través de la literatura, y será desde el castillo de Duino, propiedad de la amiga y protectora de Rilke, la princesa Marie von Thurn und Taxis-Hohenlohe, donde proclame:
«¿Quién, si yo gritase, me oiría desde los coros celestiales?»
Pero retrocedamos un poquito y conozcamos a la persona detrás de las palabras: Rilke fue un poeta y novelista austríaco considerado uno de los más importantes en alemán y de la literatura universal. Nace en una familia de clase media que lo impulsó en su carrera militar (traumática, por cierto); no obstante, gracias a un tío entra al mundo de la literatura y la filosofía. Es así como comienza sus estudios en Historia del Arte, Filosofía y Literatura, siendo un gran admirador de Kafka, Picasso y Nietzche. En cuanto a su vida personal, se casó con Clara Westhoff, escultora alemana, con la que tuvo a su hija Ruth, las dos pasaron a un segundo plano por la poesía, eso era lo más importante para él.
Llega la Primera Guerra Mundial y es aquí donde se eleva su sentimiento nacionalista, ya había escrito un par de novelas y poemarios que resaltaban por la experimentación en temas trascendentales, a pesar de esto, se enlista al ejército pero gracias a un amigo termina de agregado en una Biblioteca. Tras este episodio, continuaría viajando como lo hizo toda su vida, quedandose sobre todo en lugares majestuosos como el Castillo Muzot, donde termina Elegías del Duino.
Para Rilke, la escritura es una actividad sagrada, meditativa, autoconciente y a mano. De hecho, en el libro Cartas a un jóven poeta, nos comparte muchas más reflexiones sobre este tema (libro pendiente). Es a través de la poesía que deja de lado la brutalidad de la guerra y la sociedad que la permite y la lleva a cabo. Particularme en Elegías del Duino, tenemos a un yo lírico que clama a ángeles, humanos, animales, plantas y cosas comunes, las dudas que tiene frente a su sentido de misión, el amor, la inocencia de los niiños, la voluntad creativa... creando así una poesía esotérica y metafísica. El recorrido que hace de la experiencia de estar muerto y la relación con todo esto que les mencioné, la verdad es que es bastante confusa y requiere mucha concentración, análisis, y, en mi caso, una clase de mi carrera de Literatura para comprenderlo.
Fue a través de este aprendizaje académico que me quedó en el corazón ese proceso de transformación que quería representar Rilke en su poesía, de lo invisible a lo visible, y el arte como conexión entre la conciencia humana y lo eterno. No fue un camino sencillo, sentía que estaba dentro de una cabeza absolutamente hermética para mi, leía y leía sin entender qué quería expresar. A pesar de esto, agradezco la fortuna de conocer una obra que me retó y que poco a poco se fue abriendo a mi. Definitivamente, no es un libro sencillo, pero qué bonito saber que fue el refugio de una persona atormentada por la guerra y la violencia, y que convirtió la poesía en su lenguaje personal para capturar su experiencia.
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