Cuando la vida se vuelve literatura: La vergüenza de Annie Ernaux.
"El coraje y la agudeza clínica con la que descubre las raíces, los extrañamientos y las restricciones colectivas de la memoria personal."
Jurado Premio Nobel de Literatura 2022
Annie Ernaux, con 82 años y 30 obras publicadas, nos presenta una literatura en la que hace uso de su vida y su cuerpo para otorgar una dimensión política a la intimidad. Nació en Normandía, Francia en 1940 y desde su primer encuentro con niñas de la clase media fue consciente de que no estaban en el mismo nivel social. En su adultez, estudia Literatura y termina enseñando en la escuela secundaria francesa, la cual abandona en 1974 para dedicarse a la escritura, tras la publicación de su primera novela: Los armarios vacíos.
De esta manera, su trabajo literario ha estado basado en las inquietudes que extrae de su contexto, convirtiéndose en una escritora de autoficción. Lo anterior, más allá de un recurso estético, es una decisión ética. Escribe su vida, sin tapujos, sin prejuicios, entregando su individualidad para entender la colectividad. De hecho, acerca de La vergüenza, escribe: “si es verdad que estoy empezando un libro, cosa que creo, dada mi necesidad de volver sobre las líneas escritas y mi imposibilidad de emprender cualquier otra cosa, he corrido un riesgo al revelarlo todo de golpe."
En la obra, Ernaux nos cuenta un momento traumático de su vida: “mi padre intentó matar a mi madre un domingo de junio”. A partir de este contundente inicio, la autora nos llevará por un camino personal lleno de dudas y vergüenza, hasta el entorno hostil e hipócrita en el que crece. Si bien la trama del libro parece privarse de los grandes giros argumentales a los que estamos acostumbrados, el objetivo de la escritura de Ernaux evita el entretenimiento y prioriza la exposición honesta y sin tapujos de su propia vida, para entender todo lo demás.
Según la RAE, la vergüenza es definida como “turbación del ánimo, que suele encender el color del rostro, ocasionada por alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena”. Para mí, ese sentimiento no era coherente con la situación que Ernaux presenció: ¿no tenía más sentido estar triste, enojada, impotente? No obstante, la vergüenza que sintió la autora se entiende en la colectividad, en el exterior, en la opinión del otro. Es una vergüenza que crece en la intimidad, e intenta ocultarse ante el mundo. Es así como “lo peor de la vergüenza es que uno cree que es el único en sentirla”; tal vez esa colectividad, convertida en comunidad, sea lo que le quite fuerza a la vergüenza.
No obstante, Annie Ernaux se encontraba en un entorno en el que “todo el mundo vigilaba a todo el mundo. Era obligatorio conocer la vida de los demás para hablar de ella, y amurallar la tuya propia para que no hablaran de ella”. Un reflejo apenas natural de una sociedad conformada por parentelas en las que “la rudeza, el mal humor y el hablarse a gritos constituían las formas habituales de la comunicación familiar”. Gracias a esta presentación cruda y directa de sus pensamientos, la radiografía que intenta hacer Ernaux de su propia situación, termina siendo una contribución especial para estudios sociológicos y la comprensión de las relaciones interpersonales.
Además, la religión se presenta como otra institución que perpetua la vergüenza. De hecho, Ernaux afirma que “la religión era la forma de mi existencia. (Creer y la obligación de creer eran lo mismo)”. Su educación y relación con el mundo estuvo marcada por discursos de culpa, pecado y debilidad, que continuaron afirmando la importancia de ocultar su posición deshonrosa, debido a su estrato socioeconómico y sus problemas familiares.
De esta manera, la memoria se presenta como un elemento indispensable en la construcción de la obra. De hecho, afirma que “de lo que sí estoy segura es de que yo llevaba un vestido azul de lunares blancos, pues, durante los dos veranos siguientes, cada vez que me lo ponía pensaba: «Es el vestido de aquel día»”. Sin embargo, la autora no se mantiene únicamente en el ámbito privado, puesto que este, de manera inevitable, se relaciona con lo público. Así lo demuestran situaciones que estaban ocurriendo en paralelo al trauma que estaba viviendo la pequeña Ernaux, a pesar de que “ninguno de los miles de millones de hechos que se produjeron en el mundo aquel domingo podría ser colocado al lado de esa escena sin llenarme de estupor. Solo ella fue real”.
Sin duda, la literatura de Annie Ernaux confronta la vida. Nos lleva a reflexionar sobre esos recuerdos que parece que no tienen trascendencia, esas palabras pronunciadas por familiares que dejaron un rastro en el corazón que no hemos sabido comprender, esos momentos en los que las brechas sociales se sintieron más que nunca y el instante en el que perdimos la fe en instituciones que la promovían. Annie reflexiona, profundiza, problematiza, escribe y nos describe. Lo que si es cierto es que “no existe una auténtica memoria de uno mismo”, y por eso necesitamos la literatura.
¡Hola! No hemos leído nada de ella, pero has conseguido que nos llame la atención.
ResponderBorrarBesos
Hola!! Desconocía por completo este libro y por lo que nos cuentas estoy segura de que me gustará. Me lo llevo anotadísimo. ¡Genial reseña y gracias por el descubrimiento! Besos!!
ResponderBorrar